domingo, 19 de marzo de 2017

Autobiografía Lectora y Audiovisual


En el principio del camino de mi vida, en la misma ciudad del autor que escribió muchas rimas para exaltar el alma de su tan gentil y honesta Beatriz, mis padres me leían en voz alta cuentos tradicionales antes de dormir. La vida es sueño, la vida es bella era lo que percibía mientras veía los dibujos animados de Walt Disney que me han dejado el espíritu soñador que tengo todavía. Cuando aprendí a leer por mi cuenta, entre los pupitres del cole, encontré al cerdito Lolo y al pajarito Cipí, hasta que mi tío me hizo conocer al gato negro Zorba. Puede ser que fue gracias a los cuentos de estos animales que desarrollé el amor por la naturaleza, por sus rutas salvajes y por sus seres vivos.
En mi adolescencia me recuerdo como una chica tímida e introvertida, que no tenía la picardía del Lazarillo o de Pippi Calzaslargas; en algunas situaciones me hubiera gustado tener una capa invisible antes que expresar mis sentimientos o hablar con perfectos desconocidosA pesar de eso, si Zorba le dijo a su amiga gaviota que “solo vuela el que se atreve a hacerlo”, mi amigo Juan Salvador me dijo: “tienes la libertad de ser tú misma y nada se puede poner en tu camino”. Desde entonces, desarrollé mi ánimo luchador, a ratos feminista, porque comprendí que Madame Bovary o Sibilla Aleramo no fueron mujercitas, sino mujeres que lucharon por una habitación propia aunque no siempre la consiguieron, pero lo intentaron, y pienso que el secreto para lograr lo que se desea está en la frase “no te rindas.
En el instituto no tuve muchos novios, pero mi árbol de los amigos” fue muy frondoso hasta que, en la ventana de enfrente vi al indomable chico que me robó el corazón y juntos remamos mar adentro en esta historia tan bonita. Aunque el esencial es invisible para los ojos, con el pasar de los años, me di cuenta que nuestro amor no era tan fuerte como el de Romeo y Julieta porque cuando me fui a estudiar al extranjero, a pesar de que me dijera ningún lugar está lejos”, llegó el match point de nuestra relación. Quien salió ganando, al final, fui yo, porque él llegó a ser tan ridículo que iba hecho un esperpento. A través de esta situación comprendí que uno, ninguno y cien mil personajes se esconden en cada uno de nosotros para crear correspondencias en la niebla de la existencia.
De todas formas, cuando empecé la carrera, la primera cosa bella fue descubrir, que en el infinito universo de los idiomas, la lengua castellana y su literatura tenían un encanto especial. Aunque no sé todo sobre mi madre, sé que el año pasado, ella me deseó felices sueños con una carta a una profesora, porque me iba a España, no para bajarme al moro, sino para enseñar mi idioma y mi cultura con el fin de perseguir mi ilusión profesional. Mi padre, como es detective, aunque no es detective de la pesadilla, fue él que me transmitió la pasión por las historias de suspense. Juntos vimos las series Roma criminal y Bates motel y fue él que me hizo conocer al director qué empezó su carrera cinematográfica con las películas western que tanto le gustan, pero me emocioné solo con Gran Torino y Mystic River.
He leído y visto mucho más y, por eso, os podría escribir muchas más historias sobre lo que soy ahora. Es verdad que esta autobiografía os puede parecer un cuento chino, pero también aquel ingenioso hidalgo fue considerado loco, a pesar de que sus mentiras encerrasen muchas verdades, porque como sostiene Pereira “la literatura parece ocuparse solo de fantasías, pero quizá diga la verdad”.

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