Queridos
compañeros, futuros profes:
He viajado hasta 2030 y quiero aseguraros que nuestra profesión está a salvo.
Claro, muchas cosas son totalmente diferentes, pero la educación sigue en escuelas donde se reúnen chicos, chicas y adultos que les intentan trasmitir la pasión por distintas asignaturas.
He querido viajar en el tiempo porque me asustaba la idea que no pudiese apreciar el olor del papel de una novela recién comprada en una librería.
Afortunadamente los libros en papel no han desaparecido aunque en los institutos se utilizan solo libros de texto digitales. Eso resulta ser muy positivo porque es un verdadero alivio para la espalda de los alumnos.
Las aulas disponen de un ordenador para cada estudiante y lo que más me llama la atención es que nadie utiliza papel y boli para tomar apuntes o hacer un examen. Además, no hay pupitres, solo una grande mesa redonda en el centro del aula y una barra, con ordenadores y tablets, que rodea toda la sala para cuando los alumnos tengan que buscar información o hacer trabajos. No se entrega nada en papel al profesor, sino se envía todo por plataforma virtual en la que el docente cuelga el material necesario para la formación de los estudiantes.
¿Sabéis que los que faltan a clase no tienen excusas? Todas las clases se trasmiten en directo y luego se pueden volver a ver en streaming las veces que se quiera. Por ello, también los que no han podido asistir a clase pueden hacer intervenciones por medio de chat o vídeollamadas.
Se trabaja muchísimo en grupo y el profesor intenta ser una guía para que el aprendizaje sea por descubrimiento, con el fin de estimular el interés, la curiosidad y la creatividad de los alumnos.
Me esperaba lo peor de este viaje, en cambio estoy muy sorprendida de la mejora que estoy notando. Sin embargo, quiero despedirme con un consejo para vosotros: cuando lleguéis a enseñar en 2030, os ruego a que animáis a vuestros alumnos a escribir una nota de felicidades o una carta de amor a mano para que no se pierda la magia de trasmitir, a través de la letra, la propia personalidad.
Un abrazo compis,
Sara
He viajado hasta 2030 y quiero aseguraros que nuestra profesión está a salvo.
Claro, muchas cosas son totalmente diferentes, pero la educación sigue en escuelas donde se reúnen chicos, chicas y adultos que les intentan trasmitir la pasión por distintas asignaturas.
He querido viajar en el tiempo porque me asustaba la idea que no pudiese apreciar el olor del papel de una novela recién comprada en una librería.
Afortunadamente los libros en papel no han desaparecido aunque en los institutos se utilizan solo libros de texto digitales. Eso resulta ser muy positivo porque es un verdadero alivio para la espalda de los alumnos.
Las aulas disponen de un ordenador para cada estudiante y lo que más me llama la atención es que nadie utiliza papel y boli para tomar apuntes o hacer un examen. Además, no hay pupitres, solo una grande mesa redonda en el centro del aula y una barra, con ordenadores y tablets, que rodea toda la sala para cuando los alumnos tengan que buscar información o hacer trabajos. No se entrega nada en papel al profesor, sino se envía todo por plataforma virtual en la que el docente cuelga el material necesario para la formación de los estudiantes.
¿Sabéis que los que faltan a clase no tienen excusas? Todas las clases se trasmiten en directo y luego se pueden volver a ver en streaming las veces que se quiera. Por ello, también los que no han podido asistir a clase pueden hacer intervenciones por medio de chat o vídeollamadas.
Se trabaja muchísimo en grupo y el profesor intenta ser una guía para que el aprendizaje sea por descubrimiento, con el fin de estimular el interés, la curiosidad y la creatividad de los alumnos.
Me esperaba lo peor de este viaje, en cambio estoy muy sorprendida de la mejora que estoy notando. Sin embargo, quiero despedirme con un consejo para vosotros: cuando lleguéis a enseñar en 2030, os ruego a que animáis a vuestros alumnos a escribir una nota de felicidades o una carta de amor a mano para que no se pierda la magia de trasmitir, a través de la letra, la propia personalidad.
Un abrazo compis,
Sara